29 de enero de 2007

Sobre el racismo y un injusto linchamiento

Quiero empezar diciendo, para evitar suspicacias, que no conozco ni personalmente ni por terceras personas a la Sra. Mª Antonia Granados, hasta hace unos días Directora Médico de Atención Primaria de Ceuta. Hasta el momento de la tormenta mediática que provocó en Ceuta una entrevista concedida por ella a Radio Lebrija no tenía conocimiento de su existencia ni del cargo que desempeñaba.
Al ver que esas declaraciones hacían verter ríos de tinta y provocaban grandilocuentes titulares en portadas de prensa (“La responsable del 061 insulta a los ceutíes en un programa de radio”, “Mª Antonia, ¡Váyase de Ceuta!”, etc.), me apresuré a buscar cuáles podían ser tan ignominiosos insultos proferidos por la Sra. Granados. Tuve la suerte de poder escuchar la entrevista reproducida en una emisora de radio ceutí y de leer la trascripción literal de la misma en este mismo diario.
¿Insultos? Me duele decirlo, pero la Sra. Granados no hizo sino expresar unas opiniones personales con las que, básicamente y en buena parte, estoy de acuerdo. Si de algo puede ser acusada la Sra. Granados es de falta de prudencia, o de corrección política, o de falta de tacto para evitar susceptibilidades, o de caer en la injusta generalización, pero nada más. Las sensaciones que dijo tener en algunos momentos la Sra. Granados son compartidas, en mayor o menor grado, por la mayoría de los que, llegados de diferentes puntos de la geografía española, vivimos y trabajamos en Ceuta, y también, cómo no, por muchísimos ceutíes de bien que les duele, tanto como a mí, el racismo y la xenofobia que se respira con demasiada frecuencia en las calles de esta ciudad.
Yo no voy a decir que la “sociedad ceutí es intolerante, xenófoba y racista” –aquí erró la Sra. Granados- pero sí diré, con triste convicción, que en Ceuta hay una dosis de estas dudosas virtudes superior a otros lugares de España. Tampoco es preciso añadir que, naturalmente, hay también muchísimos ceutíes ejemplares que son solidarios, tolerantes y hospitalarios; caer en la torpe generalización sería un imperdonable error. Pero no me referiré a estos, sino a los primeros, demasiado abundantes para ignorarlos o reducirlos a excepciones, como parecen hacer los medios de comunicación locales y los numerosos ceutíes que se han dedicado estos días a vilipendiar a la Sra. Granados por contar en voz alta lo que ve y siente por las calles. Los medios prefieren ponerse una venda en los ojos y decir: “En Ceuta no hay racismo, ni xenofobia, sino que aquí a todos nos encantan los marroquíes y los subsaharianos y los acogemos a todos con los brazos abiertos”. ¿Realmente lo creen?
Permítanme contar mi experiencia personal y reproducir aquí algunas de las opiniones de “respetables” ceutíes, pronunciadas sin pudor y con desparpajo, en lugares tanto públicos como privados que van desde taxistas, comerciantes o tertulianos de bar hasta profesores, guardias civiles o miembros de la Administración: “Estos no son personas, son animales y como tales hay que tratarlos” (dicho por un miembro de una Administración pública hablando conmigo y refiriéndose a los marroquíes). “A esos negros que los manden para la Península que nos estropean la imagen de la ciudad”, dicho también por una persona con un cargo oficial, “se nos ha llenado la ciudad de basura y de mierda” (un taxista), “estas moras son todas unas ladronas” (una respetable señora refiriéndose al servicio doméstico del que disfruta por una cantidad irrisoria…). “Esto ya es una porquería, los moros nos han invadido…” Así podría seguir y llenar páginas completas. Hay otros comentarios, pronunciados sin escrúpulos y sin bajar la voz en bares y cafés, tan repugnantes que por pudor me niego a reproducir. Cuando alguna vez me he atrevido a rebatir estos comentarios, mis interlocutores más civilizados me han respondido: “Es que tú no puedes entenderlo porque no eres de aquí”. Pues no, lo siento: no puedo entenderlo.
Quizás alguien pueda decir que estas cosas se oyen en todas partes, no sólo en Ceuta. Tal vez, pero puedo decir que he ejercido mi profesión en cinco países del mundo y he vivido en una decena de ciudades del planeta y nunca había visto algo así. Y aunque así fuera, no serviría como justificación. Yo ahora trabajo en Ceuta, vivo en Ceuta, y ésta es ya mi ciudad (aunque puede que después de este artículo también habrá quien quiera echarme, como a la Sra. Granados).
La señora Granados ha sido espontánea, ha dicho en voz alta lo que ve y siente e inmediatamente ha sufrido un espectacular linchamiento mediático, un aluvión de furibundos insultos y lo que aún es más incomprensible, también un linchamiento político. Ha sido cesada fulminantemente por…¡hacer uso de su legítimo derecho a la libertad de expresión! A treinta años de la muerte de Franco y por un delegado del Gobierno Socialista, quien, a partir de ese momento se convierte para la prensa local en el único político socialista digno de elogio. Es decir, que alguien denuncia el racismo y en lugar de preocuparse por el problema se defenestra al denunciante. Ahora ya se sabe; al que diga que aquí hay racismo e intolerancia se le corta la cabeza: vayan aprendiendo.
Mi admirada Carmen Echarri, directora de este periódico y con quien suelo coincidir en sus atinados artículos, creo que sin embargo estuvo especialmente desafortunada en el que tituló: “Mª Antonia, ¡váyase de Ceuta!”, publicado en El Faro el pasado 20 de octubre. En primer lugar porque ni ella, ni nadie puede arrogarse la prerrogativa de “decidir” quien puede y no puede vivir en Ceuta, por pobre que sea la opinión que dicha persona tenga sobre la sociedad en la que vive. Es tan obvio que no necesita aclaraciones: libertad de expresión, libertad de residencia…son artículos de la Constitución Española. La de todos; también la de Ceuta, por supuesto. ¿O se deben hacer excepciones con Ceuta? Y en ese mismo artículo hay un juicio de valor tan gratuito como injusto, cuando dice, en categórica afirmación: “Una ciudad que tan sólo le interesa para lucrarse económicamente (…)”. Sra. Echarri: no tire piedras contra el tejado de los ceutíes y de los que aquí vivimos. ¿De dónde procede el “lucro”, es decir, los privilegios fiscales, complementos salariales, subsidios y prebendas económicas de que disfrutamos todos los que aquí vivimos y trabajamos? De los bolsillos del resto de los españoles. ¡Cómo puede decirle a una señora española que lleva toda su vida subvencionando esta ciudad con sus impuestos que no tiene derecho a vivir aquí y que viene a lucrarse! Es el mundo al revés, los pájaros que disparan a las escopetas.
Dos cosas me han movido fundamentalmente a escribir esta colaboración: en primer lugar corroborar con mi modesta opinión la existencia del racismo al que se refiere la Sra. Granados-con las matizaciones ya hechas-, admitir su existencia para ponerle coto y así poder luchar contra él con todos nuestros medios. Por otro lado denunciar el linchamiento público y político que ha padecido una persona por expresar opiniones, por muy del desagrado que sean para muchos.
Por mi condición de educador me siento especialmente comprometido por lo primero. Precisamente porque me debo a mis alumnos ceutíes, con los que tengo un compromiso tanto humano como profesional. Y como el racismo y la xenofobia son lacras indeseables, aquí o en cualquier otro lugar del mundo, lo primero que necesitamos para erradicarlo es reconocer su presencia, para poder empezar a luchar contra ellos. No ponernos una venda en los ojos y decir que aquí de eso no hay nada, como parecen hacer creer algunos medios de comunicación o aseguran muchos ceutíes. Aquí, en Ceuta, mi ciudad, hay racismo y xenofobia. Lo digo con dolor y con pena, porque es donde siento, trabajo y vivo. El primer paso es admitirlo, el segundo repudiarlo con todas nuestras fuerzas para luchar contra él desde todos los ámbitos sociales.
Quiero terminar diciendo que espero no haber ofendido con esta modesta colaboración a los muchos ceutíes de bien que me han acogido en su ciudad con la calidez propia de sus gentes; nada más lejos de mi intención. Solo he pretendido, si acaso, arañar alguna conciencia e invitar a todos a una constructiva autocrítica. Si por el contrario he ofendido a los racistas, xenófobos e intolerantes convecinos que también moran en Ceuta, me sentiré más que satisfecho, pues ese era mi ánimo. Son justamente ellos los que sobran en una ciudad que aspira a ser un pacífico crisol de culturas y una digna puerta del sur de una humanitaria y tolerante Europa.

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