29 de enero de 2007

La mujer "diez"

No me refiero a la espléndida y bellísima Bo Derek de hace ya unos cuantos años, sino a todas aquellas profesoras –profesoras, con a, de sexo y género femenino- que presenten ciertos proyectos educativos en la Junta de Andalucía. O sea, que debería haber dicho “la mujer, diez”, con la comita, porque resulta que los proyectos coordinados por una mujer parten, según la convocatoria, con diez puntos de ventaja sobre los coordinados por un hombre. Como lo oyen. No es una broma. Y como ésta, hay ya unas cuantas.
Parece que en la carrera hacia la búsqueda de lo políticamente correcto más de uno se ha pasado media docena de pueblos y ha ingresado, de pleno, en lo políticamente imbécil. El problema está en que cuando el cretino tiene la potestad de gobernarnos su estulticia puede acarrear serias y hasta dramáticas consecuencias para nuestras cabezas. Las de todos. O las de todos y todas, para entendernos y hablar como es debido, supongo.
No tengo el gusto –o disgusto- de participar en esta convocatoria, pero si lo tuviera sabría que para conseguir la aprobación de mi proyecto tendría que hacerlo “diez puntos” mejor que mis colegas mujeres, que, por motivo de la disposición de sus cromosomas, la Junta de Andalucía ha decidido que deben partir con esa ventaja inicial. Lo cual, además de ser una solemne majadería, es una injusticia para los hombres y un insulto para las mujeres. Y un perjuicio para toda la sociedad.
Una injusticia para los hombres porque saben que, no estando más capacitados que sus colegas femeninos, tendrán que superarlas ampliamente para conseguir la misma puntuación que ellas. Es un concurso con trampa, en el que para empezar y con el pretexto de indemnizar por injusticias pretéritas, se recompensa a las señoras con diez puntitos del ala. Para reparar una injusticia, cometamos otra. Total: dos injusticias con diferente víctima, eso sí.
Es un insulto para las mujeres porque, aunque así parezca desprenderse de la opinión de la Junta de Andalucía, las mujeres no son tontas. Ni un pelo tienen de bobas, dicho así en general y con permiso de las que sí lo sean, condición en la que los hombres a buen seguro no andan a la zaga. Muy parejos andamos los dos sexos en cuanto a mentecatez y pocas luces se refiere. Los cretinos que han perpetrado la disposición de la Junta deben de pensar que a las mujeres en general les falta un hervor, así que, para que sus femeninos nombres figuren a la cabeza de la coordinación de los proyectos hay que regalarles diez puntitos porque si no no tienen nada que hacer, las pobres. A ellos/ellas, a los autores, sí que les falta un hervor…
Pero es la sociedad en general la que paga el pato de estos despropósitos. Porque cuando la Administración decida cuáles son los proyectos seleccionados, los andaluces no disfrutarán de los mejores proyectos, sino de los más “femeninos”. Algún proyecto mejor se habrá quedado en el cajón del olvido en beneficio de otro, algo más mediocre, que contó con el favor oficial por la poderosa razón de estar firmado por una mujer. Y los proyectos femeninos que estén entre los mejores por merecimientos propios, que los habrá y muchos, siempre planeará sobre ellos la sospecha de que fueron ganados con ayuda de la propina feminista, lo que no creo que deje muy satisfechas ni a sus autoras ni a los beneficiarios del mismo, es decir, la sociedad.
Ya sabemos que esta chapucera manera de reconvenir a la machista Historia se ha extendido ya a todos los ámbitos de la cosa pública. La llamada paridad en las listas, que ya afecta por ley desde el gabinete del Gobierno hasta los Consejos de Administración de las empresas, pasando por los partidos políticos, dará una espléndida imagen de igualdad en las fotos y en las estadísticas, pero no nos garantiza estar en manos de los mejores. Y de eso es precisamente de lo que se trata. Me da igual tener en el Gobierno a siete ineptos y siete ineptas, que a catorce ineptos, que a catorce ineptas. (No se lo tomen como algo personal, que no me refiero a este gobierno precisamente, sino a cualquiera). Blancos o negros, morenos o rubios, altos o bajos, gordos o flacos, jóvenes o viejos. Y, por supuesto, hombres o mujeres. Me importa un bledo. Lo que quiero es tener a los más aptos, y me da igual que sean hombres, mujeres, travestidos o hermafroditas. Discriminación positiva, es la traducción del nombre anglosajón del invento de marras. En otros países no sólo se aplicó al sexo, sino también a la raza u origen cultural. Había cuotas para minorías históricamente discriminadas. Así en Estados Unidos un negro requería menos puntuación que un blanco para entrar en la universidad, de forma que en la universidad no estaban los mejores, ni se lograban los mejores científicos o ingenieros, sin embargo las aulas parecían anuncios de Benetton, qué colorido. Estas políticas, que ya están en regresión en muchos países progresistas por arbitrarias y artificiosas, están en pleno auge en la ultramoderna España. ¿Por qué será que siempre tenemos que llegar tarde a todo?

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