28 de marzo de 2008

Ibarretxe, su referéndum y el Chiki Chiki

Observo que últimamente, si nos atenemos a lo que la televisión nos muestra y a los temas sobre los cuales el personal charla en los mentideros de la calle, hay dos, entre otros, que acaparan singular protagonismo. Dejando al lado el asunto trascendental que se refiere al vestido que lucirá la exquisita y aristocrática Belén Esteban en su próxima boda, materia de calado tan profundo que no me atreveré a opinar, hay otros dos asuntos que no suelen faltar todos los días en las páginas de los periódicos. Por una parte el famoso propósito del lehendakari (como todos sabemos vascuence no es preciso aclarar que es así como se llama en esa milenaria lengua al presidente de la Comunidad Autónoma Vasca) de convocar un referéndum en su territorio para el próximo noviembre. Por otro lado, todos hablan de una canción de tal belleza y profundidad que, a poco de haber sido compuesta, la veo indefectiblemente abocada a convertirse en un clásico de la canción contemporánea: el Chiki Chiki, del ya también inmortal Rodolfo Chikilicuatre, y con la que todos los españoles tendremos el honor de ser representados en el festival de Eurovisión de Belgrado.
Aparecen en secciones diferentes de los diarios, pero lo cierto es que yo encuentro una cierta relación entre ambos temas. Veamos porqué.
Según la madre de nuestras leyes, la Constitución, la potestad que tiene el señor Ibarretxe para convocar un referéndum sobre tema alguno es similar a la mía. Es decir, ninguna. Puede hacerlo, claro que sí, lo mismo que yo puedo hacer una encuesta en mi barrio sobre la adopción de pingüinos por familias ceutíes o TVE sobre quién pensamos que es el mejor artista español para representarnos en el festival de Eurovisión. Eso es libertad de expresión y democracia, faltaría más.
Ahora bien, el Sr. Ibarratxe dice que él convocará el referéndum (que es una cosa más seria) tenga o no tenga potestad, y que se pasará la ley y la Constitución por el arco del triunfo, como suele hacer con cierta frecuencia. Pues bien, que lo haga.
Lo que me resulta más sorprendente es la importancia que le dan a tal extravagancia todos los partidos políticos, y en especial el Gobierno, hasta el punto de que el dichoso referéndum es objeto de conversaciones políticas, negociaciones y sesudos debates. Porque yo me pregunto: si es ilegal, ¿cómo se las arreglará el lehendakari para convocarlo? ¿quién constituirá las mesas de votación? ¿quiénes serán los interventores de los diferentes partidos políticos? ¿quién validará los resultados? ¿quién obligará a los ciudadanos a ser presidentes y vocales de las mesas? Es obvio que los partidos políticos que respetan la legalidad constitucional no participarán, de ninguna manera, en un referéndum en cuya legitimidad no creen. Ni los ciudadanos que apuestan por la Constitución (o incluso los que no) formarán parte de mesa alguna, ni el Sr. Ibarretxe tendrá poder legal alguno para obligarlos a constituir las mesas; aún menor obligación sentirán los ciudadanos de votar. Dicho de otra manera, que el cacareado referéndum será, en el mejor de los casos, una “democrática consulta” realizada entre sus propios afiliados y simpatizantes, controlada por sus propios afiliados y simpatizantes y que dará como resultado, en un porcentaje cercano al 100%, lo que quiera el Sr. Ibarretxe, como ocurría en los históricos referendos de Franco. ¿Qué valor puede tener el resultado de referéndum tan singular ante la opinión pública vasca, española o internacional? Sería lo más parecido a un simulacro de los que se practican en repúblicas bananeras, o, en el mejor de los casos, a una simpática broma disfrazada de ejercicio democrático.
Una broma parecida a la de Rodolfo Chikilicuatre y su Chiki Chiki, o a la compañía de geniales cómicos que está detrás de todo ello, El Terrat, que han sabido sacarle un fabuloso rédito publicitario –y económico, por supuesto- a la patochada de TVE de convocar un “referéndum” por internet para elegir la mejor canción de España para Eurovisión.
Así que en Eurovisión, Rodolfo Chikilicuatre y el Chiki Chiki. Y en el País Vasco, lo que diga Ibarretxe. Democracia y derecho a decidir, lo llaman.

13 de marzo de 2008

Chávez, cacique de la cizaña

La incursión del ejército de Colombia en suelo ecuatoriano en una acción militar para dar muerte al número dos de las FARC, Raúl Reyes, dio pábulo al caudillo venezolano para sembrar la cizaña y amenazar con guerra al país hermano de Colombia, en una escalada más de búsqueda de su protagonismo megalómano. Ante los rugidos de su primo de Zumosol venezolano, también Correa, presidente de Ecuador, se apuntó al juego y ha roto relaciones diplomáticas con Colombia, a ver si así saca alguna migaja del petróleo del célebre orangután “bolivariano”. Y también Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, que más de una vez se ha tomado un trago con su amigo “Tirofijo”, fundador y número uno de las FARC.
Empecemos por decir que la violación de la frontera de un país es un acto a todas luces ilegal, y así ha sido condenado y reconocido por la OEA. Ya sabemos que Uribe, en su infatigable lucha contra las FARC no suele andarse con chiquitas ni repara en medios. Hasta aquí de acuerdo, pero ahora vayamos al fondo de la cuestión. Veamos quiénes son estos angelitos de las FARC, protegidos y financiados por Chávez y Correa, y que todavía, hoy por hoy, son considerados como revolucionarios por muchos europeos “progresistas” mientras charlan de política tomando el aperitivo en el salón de su adosado. Para hacernos una idea, “nuestros” terroristas de ETA son verdaderas hermanitas de la caridad comparados con los guerrilleros colombianos (o sus enemigos paramilitares de las AUC, que tanto da), que si bien comenzaron como un grupo revolucionario marxista-leninista que luchaba contra un régimen dictatorial y la injusticia social fueron evolucionando paulatinamente hasta convertirse en uno de los grupos terroristas más sanguinarios del planeta. Para hacernos una idea de su carácter “popular y liberador”, un 90 % de la población colombiana, según un sondeo, apoya la acción militar del gobierno de Uribe para matar a su número dos. Pero no es de extrañar. Para empezar este grupo revolucionario se financia en un 78% del narcotráfico (unos 1000 millones de dólares), y el resto lo obtienen de las “vacunas” (lo que llaman los etarras el impuesto revolucionario), los secuestros y el robo de ganado. Se calcula que el 30% de sus efectivos son menores de edad, muchos de ellos niños, reclutados forzosamente bajo amenazas de muerte a sus familias, y no es infrecuente el abuso sexual de ellos (hechos denunciados por Human Rights Watch). Su número de asesinatos se estima alrededor de los 10.000, de los cuales la gran mayoría son civiles campesinos, y entre sus métodos criminales se encuentran el uso de cilindros de gas, “animales-bomba”, armas químicas y hasta el envenenamiento del agua de acueductos. Según las estadísticas de la Campaña Internacional contra las Minas Antipersonales, las FARC son los mayores sembradores de minas antipersona en el mundo, lo cual ha provocado miles de muertos y mutilados, muchos de ellos niños. Entre sus heroicas acciones está el bombardeo de una iglesia abarrotada en Bojayá donde murieron 110 personas. O el más reciente asesinato de 11 diputados del Valle del Cauca, la mayoría de disparos por la espalda y a un metro de distancia, luego de haberlos tenido secuestrados durante cinco años. Se calcula que tienen en su poder a más de 700 secuestrados, entre los cuales algunos llevan cerca de diez años de cautiverio. Luis Eladio Pérez, recién liberado después de siete años, confiesa que lo tuvieron cuatro años encadenado del cuello, amarrado a un árbol. Ingrid Betancourt, la más célebre entre los cautivos por su doble nacionalidad franco-colombiana, fue secuestrada cuando fue a dialogar con ellos en su campaña presidencial. Y lleva seis años. Y luego están los “desplazados”. Miles de familias de campesinos humildes, cuyas casas y aldeas fueron ocupadas por la guerrilla y tuvieron que huir a las ciudades, con las manos vacías. Los he visto mendigando en los semáforos de las calles de Bogotá, familias completas con niños, durmiendo en la calle. Confieso que se me partía el alma. Pues bien, Chávez apoya y financia, desde territorio venezolano, a sus amigos liberadores de las FARC, les ofrece su santuario y ha pedido que no sean considerados internacionalmente como terroristas, sino como “grupo beligerante”. Es una gravísima forma de aquiescencia con sus crímenes, un ataque frontal a todos los colombianos, que simplemente sueñan con un país en paz. Esto no es una ilegalidad, sino una ignominia. Y entre la ilegalidad de traspasar una línea imaginaria en la selva entre Colombia y Ecuador y la ignominia de la complicidad y apoyo a los crímenes de los amigos revolucionarios de Chávez y Correa, qué quieren que les diga, me quedo con lo primero.