20 de octubre de 2007

La estrategia de Pepe Lui

El señor Josep Lluis Carod-Rovira, alias “Yo no me llamo José Luis”, sacó el máximo rendimiento a la oportunidad que le dio la llamada televisión de todos en el exitoso programa “Tengo una pregunta para usted” para escalar peldaños hacia la cumbre del histrionismo, superando incluso a los que ya había alcanzado en su carrera bufa al encasquetarse, con el humor chocarrero que le caracteriza, una corona de espinas en Jerusalén, o al acudir, en simpática buhonería de insigne prócer de la paz a negociar con ETA treguas… para Cataluña, posicionarse contra la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos o defender con uñas y dientes la celebración de un partido de fútbol entre las dos potencias mundiales del planeta: Estados Unidos y Cataluña.
Alguien podría pensar, en principio, que enfrentarse agresivamente con un joven interpelante por llamarle “José Luis” (qué insulto, qué intolerable vejación), que humillar a una señora jubilada por decir que no tenía ningún interés en aprender catalán (habráse visto, qué alarde de incultura e intolerancia), que decir que los españoles “teníamos un problema” (eufemismo poco sutil para llamarnos gilipollas), o que apoyarse en la barandilla que le separaba de los espectadores en actitud chulesca de saloon de western, entre otras astracanadas más propias de un personajillo de “Salsa Rosa” que de un vicepresidente de Cataluña, es una torpeza para alguien que necesita de los votos del personal para seguir chupando del bote público. Pero nada más lejos de la realidad.
La estrategia de José Luis estaba perfectamente planificada. A fin de cuentas él no necesita de los votos de los cinco millones de espectadores que soportamos sus insultos, sino los de su propia parroquia de cheguevaras de barretina, para los que interpretó la actuación beligerante y hostil que ellos demandaban, siguiendo un guión perfectamente establecido. Seguro que a ellos les fascinó.
Así que, además de encantar a sus acólitos de la senyera estelada, consiguió, en treinta y cinco minutos, sembrar y esparcir por toda España una dosis mayor de anticatalanismo de la que este personaje había conseguido hasta ahora, que no era pequeña precisamente. La estrategia es inequívoca: fomentar el anticatalanismo en el resto de España es la piedra angular de la metodología de los independentistas, y la ocasión que le brindó a Carod TVE la pintaban calva. En el fondo la estrategia es sencilla: insultemos a los españoles, llamémosles fascistas, casposos, muertos de hambre, opresores y enemigos de Cataluña. Arrinconemos el castellano, opongámonos a la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos. Más tarde o más temprano acabaremos por no caerles demasiado bien, reaccionarán y votarán al PP. Puede que algunos hasta nos odien; esto es lo mejor que nos puede pasar. Y entonces comenzará la sardana victimista: no nos quieren, nos odian, tenemos que irnos. Convenzamos a los demás catalanes de esto y el camino de la independencia está trillado. Más fácil blanco y en botella.
Pero por favor, no caigamos en la trampa de José Luis. Él, los chicos de la banderita estelada, del “Catalonia is not Spain” y la pira de fotitos del adversario no tienen nada que ver con los verdaderos catalanes, a los que conozco bien. De hecho Pepe Luis y compañía son una tosca antítesis de sus auténticos valores como pueblo. Ellos, los catalanes de bien, la inmensa mayoría, al contrario que Pepe Luí, son gente amable, educada, respetuosa, culta y progresista. Son bilingües, y tienen la fortuna de contar, además de con el castellano –que suelen hablar mejor que muchos castellanohablantes- con otra lengua antigua, culta y hermosa: el catalán. Barcelona es una de las ciudades más avanzadas y dinámicas del mundo. Cataluña y su gente emprendedora han sido siempre el motor económico y la vanguardia cultural de España. Y así podría seguir mucho más allá de los límites de este artículo.
A la Cataluña que amamos la mayoría de los españoles y sentimos como propia no pertenece esa especie de Groucho Marx tragaldabas y zampabollos que se pone rabioso y agresivo cuando le llaman José Luis.
Y cuando armó el pollo con lo del nombrecito, no pude dejar de acordarme de los geniales Tip y Coll, que imaginé en el cielo, con chistera y bombín, descojonados y cantando a coro con querubines y serafines a coro: ¡Dame la manita Pepe Luí! El cabreo que habría cogido el insigne vicepresidente de la Generalitat…

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