28 de mayo de 2007

Ciudadanos de segunda

Estos últimos días he oído hablar en diferentes medios de comunicación y debates políticos sobre un reportaje emitido por Telemadrid titulado “Ciudadanos de segunda”, y referido a aquellas personas que viven en Cataluña y tienen el castellano como lengua materna (la mayoría). Como unos lo definían como excelente, mientras que otros lo catalogaban como “panfleto anticatalán basado en mentiras” y yo no lo había visto, me ha picado la curiosidad y he acudido a “Youtube”, en Internet, ese magnífico cajón de sastre en donde se encuentra prácticamente todo documento audiovisual que uno pueda imaginar, desde un discurso regio hasta el más estrafalario video-clip producido en un garaje por un freaky pasado de estupefacientes. Y me lo he visto enterito, de principio a fin.
Por si ustedes tampoco lo han visto, y no tienen acceso a Youtube, les haré un sucinto resumen. El reportaje presenta ejemplos documentales de la situación de absoluta marginalidad en que la lengua española es tratada en Cataluña por su gobierno en todos los ámbitos oficiales, introduce cámaras y micrófonos en las escuelas, habla con niños obligados a renunciar a su lengua y hablar en catalán entre ellos en el patio, habla también con los comerciantes multados (sí, multados) por rotular sus comercios en castellano, entrevista a ciudadanos desesperados por no poder escolarizar a sus hijos en castellano (algunos extranjeros), así como a conocidos personajes públicos, como a Albert Boadella, Rosa Regàs, Arcadi Espada, Miquel Calzada “Mikimoto”, entre otros, que exponen su punto de vista sobre el asunto. Algunos rotundamente a favor del catalán velis nolis y si no, puerta y te vas a España, que está cerquita, vienen a decir.
Antes de dar mi propia opinión al respecto, quiero aclarar que amo la lengua catalana, que la conozco y la hablo, así como el pueblo catalán en general, y muchos, muchos catalanes en particular, no cual no será óbice para que, cualquier “nacionalista catalanista” que lea este artículo me catalogue, a partir de lo que escribiré a continuación, de “anticatalán”, “enemigo de la lengua catalana” y tal vez de fascista, término que últimamente sirve igual para un roto que para un descosido, y que en Cataluña se aplica indefectiblemente para todo aquel que se aparte un milímetro de la línea totalitarista del “régimen”. Trataré de superar la mella que tales improperios sin duda me dejarán.
Lo que presenta el reportaje es tan riguroso y cierto como inapelable, pero debería ir aún más allá. La oficialidad catalana, que abarca todos los ámbitos de la vida pública y privada, no presenta Cataluña como país totalmente independiente de España como una aspiración política, sino como una realidad ya actual incontestable.
Veamos algunos ejemplos.
Cataluña es su nación (España no), y como todos los niños deben utilizar obligatoriamente el catalán como lengua vehicular de enseñanza (utilizar el castellano como lengua vehicular está prohibido, sí prohibido, en todos los centros escolares públicos y privados), todos aquellos no catalanes pasan a ser escolarmente extranjeros (incluido españoles), y se les mete en unos “pabellones de aislamiento” llamados eufemísticamente “aulas de acogida”, en donde se les somete a una inmersión lingüística e ideológica de lengua y patriotismo catalán. Ejemplo de práctica lingüística en clase:
“Yo he nacido en China pero ahora vivo en otro país, en Cataluña”. “En mi país, Ecuador, se habla español, pero en Cataluña, el país donde vivo, se habla catalán”. Cataluña es asimilado, en términos de categoría nacional, a China o Ecuador. Y España, por supuesto, ni se menciona. Esos niños y sus padres emigraron creyendo que llegaban a España, tal vez porque seguían los partidos de fútbol del Barcelona, equipo que, “erróneamente”, por supuesto, suelen citar en las televisones extranjeras (incluyendo las españolas) como español. Estos errores hay que extirparlos de raíz. De ello se ocupa la propaganda del régimen. No están en España, sino en Cataluña, que quede claro.
En las televisiones públicas catalanas (en las que se evita sistemáticamente pronunciar una palabra en castellano), hay instrucciones estrictas de evitar la identificación de Cataluña como una parte de España. Cuando en los informativos se habla de “nuestro país” o “nuestro gobierno”, o “nuestra selección deportiva”, siempre se entiende que se habla de Cataluña, jamás de España. La palabra España está absolutamente prohibida cuando se refiera a cualquier asunto en que Cataluña esté inmersa. Si no queda más remedio porque la información lo requiere, se sustituirá por el “Estado”, sin más. Recuerdo una entrevista que una presentadora hacía a una emigrante sudamericana, que ahora vivía en Cataluña pero antes había llegado a otra ciudad española. Los circunloquios que la presentadora se vio obligada a realizar para no mezclar Cataluña con España han quedado para la antología de la televisión, ya que la ingenua emigrante pensaba, en su candidez, que Cataluña formaba parte de España. La pobre…
Ni que decir que en la información meteorológica el pronóstico “nacional” está representado exclusivamente por un mapa de Cataluña, al que unen sin complejos Baleares, la Comunidad Valenciana, y algún pedacito de Francia, que se los han anexionado sin complejos a su imaginario imperio de Països Catalans, sin que los habitantes de estos territorios tengan conocimiento de su pertenencia a esta novísima y moderna nación.
Los rótulos informativos o coercitivos están siempre en catalán, por lo general exclusivamente. Cuando alguna vez están también en castellano, entonces se añade el inglés, al que se le da el mismo rango tipográfico del castellano, para que no quepa duda de que se trata, tanto inglés como castellano, de lenguas extranjeras. A veces el castellano no goza de las prebendas del inglés; no son infrecuentes los rótulos bilingües en catalán…e inglés, naturalmente. Sin español. El año pasado estuve en las fiestas de la Mercé, con amigos latinoamericanos que visitaban Barcelona por primera vez, y no fuimos capaces de encontrar un programa de las fiestas escrito en castellano. No salían de su asombro. Y la escritora Elvira Lindo fue insultada y humillada por los progres catalanistas por tener la imperdonable idea de pronunciar su pregón en español, su lengua materna, la muy “facha”. Podría citar casos aún más asombrosos, pero el espacio se me ha acabado hace varias líneas. Quede claro que esta política radicalmente nacionalista es la del gobierno elegido democráticamente por los propios catalanes desde hace más de veinticinco años. Así que en principio, nada que oponer. Eso sí, permítanme una pregunta, a quien corresponda, breve y escueta: Cuando voy a Barcelona, o a Salou, o a Reus, ¿estoy en mi país? Sé que no es cuestión de vida o muerte, pero me mata la curiosidad.

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