8 de julio de 2007

Bouchra

Seguramente muchos de ustedes ya han oído hablar de Bouchra. Es una niña de once años que desde el pasado 22 de marzo vive en Ceuta, entre nosotros. Pero no es una vecina más: padece una grave encefalopatía y la única casa que ha conocido desde que entró en nuestra ciudad es una habitación del Hospital de la Cruz Roja.
He sabido de esta niña de ojos negros y brillantes por medio de Maribel Lorente, presidenta de la Asociación Digmun, en donde realizan un admirable trabajo en beneficio de la dignidad de la infancia y que se han volcado con ella desde el primer día que tuvieron conocimiento de sus trágicas circunstancias. Hace un par de semanas que Dignum ya publicó en estas páginas un artículo sobre el caso.
Al parecer hasta hace unos meses Bouchra, que es diabética, vivía en las montañas de Tetuán, cuidada por su madre, quien le proporcionaba la insulina que necesitaba a diario. Hace dos meses que su madre murió de forma repentina, y al poco de morir ésta Bouchra padeció una descomposición grave de su diabetes, lo que le acabó produciendo la encefalopatía que ahora padece y que la ha convertido en un ser totalmente dependiente, con sus extremidades inmovilizadas y la mirada perdida hacia el infinito.
Entró en Ceuta sin otro pasaporte ni visado que los brazos desesperados de su padre, que acudió a nuestra ciudad apurando el último aliento por salvarle la vida. Y los ceutíes han estado a la altura de las circunstancias: el personal sanitario del Hospital de la Cruz Roja se ha vaciado en atenciones médicas y humanitarias, ha rodeado a Bouchra y a lo que queda de su familia de todo el cariño, afecto y dedicación que estos grandes profesionales y mejores seres humanos son capaces de dar, que no es precisamente poco.
Pero parece que la generosidad de los ceutíes de bien, que nunca miraron el pasaporte de Bouchra, sino a su corazón y su cuerpo desvalido e inerte, no tiene la debida continuidad en sus representantes políticos y administrativos. Me consta que en la Asociación Digmun han movido Roma con Santiago para que Bouchra pueda tener los cuidados que precisará cuando abandone el Hospital. Cuidados que, con toda seguridad, sólo podrá tener en nuestro país. Han llamado a todas las puertas oficiales de Ceuta y otros lugares de España para que Bouchra se pueda quedar entre nosotros en un centro en donde le puedan dispensar las atenciones médicas y afectivas necesarias, sin ningún resultado. Qué pena, qué vergüenza. La razón es tan obvia para la Administración como incomprensible sería para la pequeña Bouchra, si aún pudiera discernir: ella es marroquí, no española.
Sé que el caso de Bouchra no es único; hay miles de niños en condiciones similares o parecidas diseminados por la geografía de tantos países en los que si la comida y el techo son un lujo, la atención digna a un niño dependiente es una utopía. Aunque a todos nos toca nuestra ración de culpa, sé que nuestro país no podría ocuparse de todos ellos y nada más lejos de mi intención que hacer demagogia con algo tan delicado. Pero Bouchra ya es de los nuestros, porque lo son los ceutíes que le han salvado una vida que a partir de ahora también necesita de una dignidad que Ceuta, o España, o nuestro opulento primer mundo tiene unos medios para proporcionar que nuestros vecinos no tienen. Si somos solidarios y acogemos a los adultos y niños que llegan en cayucos huyendo del hambre desde el África subsahariana, acojamos también a Bouchra, que llamó a las puertas de Ceuta huyendo de la muerte.
Y si los generosos y solidarios ceutíes del Hospital de la Cruz Roja o de la Asociación Digmun no han mirado el pasaporte de Bouchra para darlo todo por ella, no deberían hacerlo tampoco sus representantes políticos, sobre todo aquellos que hace una semana brindaban con tanto fervor y entusiasmo por la confianza que el pueblo les había otorgado.
El Sr. Vivas, brillante y legítimo vencedor de las pasadas elecciones, dijo que al día siguiente debía comenzar a trabajar. Sr. Vivas, le voy a pedir que empiece por Bouchra. Búsquele un resquicio a la Ley, que seguro que se lo sabrá encontrar. Descuelgue teléfonos, haga llamadas, realice gestiones. El pueblo de Ceuta, que de forma abrumadora ha confiado en usted, se lo agradecerá, estoy seguro. Y Bouchra, su padre y sus hermanos mucho más. Que no permitan nuestros representantes que el escudo del pasaporte de Bouchra le impida disfrutar, en lo posible, de una infancia digna. El humanitarismo y la solidaridad no entienden de colores de banderas. Y mucho menos la mirada triste y extraviada de Bouchra.

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