15 de marzo de 2009

Nada

No es una broma. Seguramente ustedes también lo han visto en los telediarios o leído en los periódicos. Seguramente ustedes también se han pellizcado, para verificar que el vino de la comida o el viento de Levante no les estaba jugando una mala pasada y provocando alucinaciones. Pues no; es cierto. Verdadero. Auténtico. En el Centro Cultural Pompidou, de París, han inaugurado una exposición dedicada a “La Nada”. Y la verdad es que su contenido no puede ser más coherente con el título: en ella no hay nada, absolutamente nada. Paredes blancas, totalmente vacías. Nueve salas, enteritas. Es magnífico, genial, inconmensurable. El arte en estado puro.
Que la estulticia del ser humano no tiene límites es algo que ya sabemos. Basta con hacer un análisis sosegado al final de la jornada sobre las cosas que hemos hecho durante el día para confirmarlo, si tenemos un mínimo de autocrítica. Al menos a mí me pasa. Pero hechos públicos, notorios y de trascendencia internacional como la exposición de marras, nos ponen demasiado en evidencia y nos destapan nuestras miserias mentales de forma realmente inquietante.
Pero vuelvo a la antológica exposición de paredes blancas, sobre “La Nada”. Parece que para tan extenuante trabajo han sido necesarios ni más ni menos que ocho artistas, aunque no he llegado a comprender bien en qué consiste su trabajo en una exposición de tales características. ¿Quitar el polvo a las paredes o darles una mano de pintura? ¿Pasar el escobón por los pasillos del museo? El caso es que los artistas tienen nombre y apellidos, que se los doy para que los tengan en la estima y consideración debida. Son Art & Language (1968), Robert Barry (1936), Maria Eichhorn 1962, Bethan Huws 1961, Robert Irwin 1928, Yves Klein 1928-1962, Roman Ondák 1966 y Laurie Parson. Como pueden ver alguno de ellos está muerto y lleva criando malvas hace casi cincuenta años, lo cual nos da una somera idea del esfuerzo colectivo que ha sido necesario para llevar a buen término tan grandiosa obra.
Según reza la descripción de la exposición, “estos autores intentan transmitir el vacío como sensación, sintetizar el epicentro del arte conceptual y del minimalismo, modificar una experiencia común como es ir a una exposición o utilizar el vacío como protesta radical”. Acojonante. Excelso. Sublime. Se me acaban los adjetivos.
Seguramente habrán cobrado una pasta y probablemente del erario público, pero admitamos que esta vez el parné está bien empleado. Estos genios se lo merecen. Parece que el objetivo es que el visitante, ante la contemplación de las paredes desnudas, dé rienda suelta a la imaginación y haga la construcción mental de lo que quiera.
Propongo, desde ahora mismo, hacer extensiva esta original forma de concebir el arte a todas sus ramas y manifestaciones. La Literatura, por ejemplo. Libros de cuatrocientas páginas todas en blanco, desde la primera hasta la última. El lector desarrollará la imaginación cantidad, se inventará principios, nudos y desenlaces a su antojo, además de la inestimable ventaja de salvar cualquier barrera idiomática, y al tiempo seguir cumpliendo la siempre importante función de cualquier libro que se precie: decorar las estanterías del salón. Es cierto que Carmen Laforet escribió hace muchos años una galardonada novela titulada “Nada”, pero el título era engañoso e incoherente: lo abrías y estaba lleno de palabras. Y además muchísimas. Todo un fraude.
¿Y qué me dicen del teatro? Uno paga su entrada, se acomoda en la butaca, se abre el telón y contempla el escenario durante dos horas completamente vacío. Sencillamente excelso. La sublimación del arte dramático. Imaginación, señores, pura imaginación. ¿Y conciertos sin instrumentos, músicos ni música? Silencio total. Sin duda mucho mejores que la inmensa mayoría de los que la tienen, y mucho más baratos.
Sí, ya sé lo que están ustedes pensando: que no soy coherente con mi propuesta. Que mi artículo de hoy debería haber salido en blanco, con el título pero sin una sola letra. Que no he sabido incorporarme a las tendencias actuales del arte y no les he permitido desarrollar su imaginación, que soy antiguo y trasnochado. Y sobre todo, que ustedes habrían salido ganando. Pues sí, la verdad: tienen ustedes toda la razón. Mis más sinceras disculpas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de la nada es un filón... El concepto podría aplicarse también en otros campos: por ejemplo, la "nouvelle cuisine". ¿Te imaginas, Javier, un restaurante carísimo donde la suprema exquisitez fuera comer... nada? ¿Y qué decir de la moda-nada? Lo más "divino" sería... ir en pelotas. En fin, se podría seguir y seguir... Lo dicho: un filón.

Anónimo dijo...

te pensabas que no lo iba a leer eh,un saludo nacho desde mulhouse