8 de septiembre de 2008

¡Deportistas al poder!

Creo que la cosa comenzó el 31 de julio, cuando la selección española de fútbol se proclamó campeona de Europa, para asombro de propios y extraños, y más tarde, en los Juegos Olímpicos de Pekín, cuando la de baloncesto obligó en la final a los mastodontes de la NBA americana a dejarse la piel para no perder el oro ante la pequeña España, esta vez ya sin asombro. Y los de balonmano, y los de hockey, y las chicas de natación sincronizada, y Rafa Nadal, oro en Pekín y número uno del mundo, y tantos otros. Se puso entonces de moda uno de esos cánticos de júbilo y borrachera, que sucedió al bellísimo y sofisticado “A por ellos oé”, y que esta vez rezaba la no menos sofisticada lírica de “Yo soy español, español, españooooooool”. Me recordaba a una de esas pegatinas que se ponían en la parte trasera de los coches hace veinte o treinta años que decía: “Zoi españó, ¡casi ná!”, o algo muy parecido. No las he vuelto a ver, tal vez porque tal y como están las cosas en algunas regiones de España te podrían quemar el coche, o quizás porque el gusto de los españoles tiende a refinarse en alguna medida.
Pues sí, reconozco que el susodicho grito de guerra que canturreaban por las calles henchidos de orgullo nuestros jóvenes y jóvenas no es precisamente el paradigma de la estética y la creatividad, y que además el estado etílico en que solía interpretarse provocaba un cierto desafinamiento que le restaba, en algún grado, parte de su exquisita belleza. Y sin embargo, qué quieren que les diga, a mi me ponía, que diría mi admirado presidente de Cantabria, y me hizo disfrutar de lo lindo. Y no precisamente por las cualidades artísticas del cantito, de las que ya he hablado, ni por mi más que dudoso patriotismo, virtud que no me adorna precisamente, sino por pensar en el mal trago que estarían pasando los otros patrioteros de aldea, también llamados “nacionalistas”, tipo gudaris batasunos, Otegis e Ibarretxes, catalanistas butifarreros de ERC y adláteres ideológicos de CiU, y los independentistas recién llegados por mimetismo de la Galiza del BNG (léase benegá, es importante). Hubiera dado cualquier cosa por ver la cara de mi siempre idolatrado Carod-Rovira al ver al equipo de baloncesto de España, plagado de catalanes, haciendo la conga en Pekín y cantando el gritito de marras ebrios de euforia en un restaurante español. O ver a Pau Gasol haciendo el anuncio de Nike en el que decía, lleno de emoción, que ahora el mundo tiene que admirar a nuestro país, y no se refería precisamente a Cataluña. O a Nadal, un mallorquín envuelto en la bandera española, para desesperación de los defensores de los Països Catalans o de los nacionalistas mallorquines del PSM. Tengo para mí que a más de uno de los políticos anteriormente mencionados le provocó, como poco, un brote de urticaria. Tanto es así que, cuando en algunas localidades del País Vasco y Cataluña la gente salíó a la calle a celebrar con el famoso cantito el triunfo de España en la Eurocopa, hubo responsables políticos nacionalistas que mandaron a sus policías autonómicas a cargar contra los peligrosos subversivos y disolverse ante semejante afrenta a las patrias vasca y catalana.
El diario catalán Avui, de tendencia nacionalista radical, y subvencionado por la Generalitat, realizó la cobertura de los Juegos Olímpicos con una sección titulada “Olimpics catalans”, en la que se mencionaba exclusivamente a los equipos españoles si en ellos había deportistas catalanes, y haciendo únicamente referencia a estos últimos. El equipo de España, sencillamente no existía. Pero para colmo del ridículo lo del diario Gara, afín a ETA. El día que España ganó la Eurocopa la noticia fue portada en prácticamente todos los diarios del mundo, incluyendo americanos, asiáticos, africanos y, por supuesto, europeos. Pues bien, el Gara llenó la mayor parte de su portada con una carrera de traineras en la que, por supuesto, participaban deportistas vascos, y en un rincón minúsculo, casi con vergüenza, recogió el triunfo de España en la Eurocopa como algo totalmente ajenos a ellos. Parece que en algunos medios de comunicación tienen serios problemas para distinguir el patriotismo de la estupidez. Y no es de extrañar: a veces no están tan lejos.
Así que mientras nuestros políticos se empecinan y desgañitan en señalar todo lo que nos divide, separa y enfrenta, desde lenguas, himnos y banderas hasta trasvases de agua, los deportistas de los equipos nacionales españoles se enfundan la camiseta roja, se olvidan de su procedencia regional, hablan y cantan en su lengua común, hacen una piña de cohesión y solidaridad, y se convierten en campeones. Y mientras éstos despiertan admiración internacional, aquellos risa y vergüenza ajena.
La elección está clara: que gobiernen los deportistas.

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